miércoles, 17 de noviembre de 2010

Continuación del establecimiento

El incendio del Reichstag permitió a Hitler acelerar sus planes de persecución contra sus opositores, acusándolos de ser golpistas.
El 27 de febrero de 1933, el edificio del Reichstag fue incendiado. Es claro que Hitler se benefició de este crimen. Göring empezó a acusar a los comunistas de querer ejecutar un golpe de Estado, y la prensa nazi pronto copió su discurso. Al día siguiente, Hitler no perdió tiempo en presentar un decreto de emergencia donde solicitaba la suspensión de varios artículos de la Constitución de Weimar con el objetivo de "proteger los documentos culturales alemanes". En realidad, el llamado Decreto de incendio del Reichstag acababa con todos los derechos que suelen defender las naciones democráticas. Además, permitía al gobierno nacional intervenir cualquier gobierno regional que considerase incapaz de mantener el orden en su estado.
Con estos poderes, la persecución nazi se intensificó, los dirigentes comunistas fueron arrestados y enviados a campos de concentración. El país entraría en una guerra civil. Por otro lado, Hitler moderó su discurso, aseguró que sólo necesitaba cuatro años en el poder.
El 5 de marzo de 1933 se celebraron las últimas elecciones democráticas bajo el gobierno de Hitler, la mayoría parlamentaria seguía eludiendo a los nazis, que obtuvieron el 44% de los escaños. Hitler controlaba ahora la mitad del Parlamento; pero para poder llevar a cabo su revolución nacional, necesitaba dos tercios de los escaños. Para solucionar esto, fueron arrestados todos los diputados comunistas y unos pocos social demócratas.
Hitler se "subordina" ante el Anciano Caballero,  y se convierte en un dictador constitucional.
El 21 de marzo, Hitler inauguró el primer Parlamento del Tercer Reich; seleccionó la iglesia del cuartel de Potsdam, y Goebbels se esforzó en crear una atmósfera que diese la impresión de Hitler estaba subornidado al anciano Hindenburg. El embajador francés, presente en la ceremonia, escribió después:
El 23 de marzo de 1933, el Parlamento Alemán, reunido en la Ópera Kroll, aprobó la Ley para aliviar las penurias del pueblo y del Reich, mejor conocida como la ley habilitante de 1933. Hitler prometió usar sus poderes sólo en casos esenciales, y se comprometió con todas las clases. Hitler les prometió que toda ley suya podría ser vetada por el Presidente Hindenburg.
Con esta ley, tomaba todos los poderes del Poder Legislativo, y ganaba la capacidad de decretar leyes que "podían desviarse de la Constitución".

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